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Claudio Mamud / Nacimiento y apoteosis de un microrrelato

 

Claudio Mamud

Nacimiento y apoteosis de un microrrelato

 

Luego de publicar cuatro grandes libros de microrrelatos sin éxito alguno, el escritor pensó durante semanas cómo poder alcanzar la fama, aunque fuera con un solo microrrelato. Decidió que una manera de llamar la atención era escribir alguno que se destacara por su brevedad.

Se enteró de que uno de los microrrelatos más famosos y citados contenía como texto sólo dos letras “Yo”, y de título, el nombre de un antiguo rey de Francia, Luis XIV. Es más, leyó sesudos comentarios y análisis de ese microrrelato hechos por personas que, al parecer, eran muy respetadas. Se propuso superarlo.

Tras una semana de arduo trabajo intelectual, escribió su nuevo microrrelato:

 

Vida

?

 

Quedó muy contento al terminarlo. Nadie dudaría que superaba en brevedad a aquel famoso. Antes de mostrárselo a una amiga que siempre leía sus escritos, quiso leerlo varias veces por si tenía errores de ortografía o gramática —sabía que en sus textos siempre tenía problemas con las tildes y las comas—. Finalmente, llamó a su amiga y le pidió que lo leyera delante de él. La mujer estuvo cerca de cinco minutos con el papel en las manos; después, sin decirle nada, lo miró y lo abrazó. Él vio que tenía los ojos llorosos.

La amiga le dijo que era lo más trascendente que había leído luego de haber profundizado en los textos de Heidegger mientras estudiaba para ser profesora de Filosofía. Tanto la deslumbró que le pidió permiso para leerlo y analizarlo con sus alumnos en una de las cátedras que daba en la universidad, la de Problemas especiales de Metafísica. Por supuesto, él la autorizó.

A la noche siguiente, la amiga le contó que durante toda la hora de clase se ocuparon de analizar el insondable mensaje del microrrelato —dijo así: “insondable mensaje”—, y que sus estudiantes se enzarzaron en un acalorado debate sobre el texto —tres de ellos estuvieron a punto de irse a las manos; por suerte fueron separados por los otros compañeros—.

Envalentonado, nuestro autor lo unió a otros sesenta y cuatro microrrelatos que había escrito en los últimos meses, y se lo llevó a su editor. El empresario lo llamó a la semana para decirle que su próximo libro sólo contendría ese microrrelato. Es más, había contratado para ilustrarlo a la artista plástica Moira Brizzio, famosa por ser una de las pocas artistas vivas que tiene obras en el Museo Nacional de Arte.

El libro tuvo mucho éxito. Se agotaron tres ediciones en cuatro meses. Se tradujo al inglés, francés, ruso, italiano, portugués, y sé que se está preparando una edición en chino y otra en sueco. El editor debió ser cuidadoso para autorizar estas traducciones, pues el autor había leído el microrrelato traducido al francés y había quedado muy disgustado: consideraba que desvirtuaba la esencia de su obra.

El microrrelato fue debatido en varios programas de televisión, incluso en dos noticieros de la noche. Para analizarlo, los conductores entrevistaban a personalidades que consideraban destacadas de la cultura: periodistas, científicos, y también dos o tres vedettes. En las revistas, los periodistas le dedicaban páginas y páginas. Invariablemente, en las notas aparecía una fotografía del escritor sosteniéndose la pera con dos dedos, para darse cierto aire intelectual, que él juzgaba atractivo. (Para la foto se ponía anteojos, que no necesitaba porque veía bien. En las últimas, también sostenía una pipa, aunque él nunca fumó).

Se hicieron remeras con el microrrelato y hasta juguetes infantiles para que los niños se familiarizaran desde temprano con su mensaje.

La fama trascendió las fronteras literarias. Basados en el microrrelato, el compositor ruso Alexei Kuchenko escribió una ópera en tres actos con grandes escenas corales, y Harry Beltrome, el director ganador del Óscar por Murallas de pasión, filmó una película, que se anuncia como la mayor producción cinematográfica de los últimos cinco años. La película se estrenará en dos semanas; ayer vi los avances… parece que va a estar buena.

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