A
menudo vemos que la controversia es una herramienta implementada para hacerse
de alguna fama en el mundo de los artistas. Desde Michele Houellebecq con sus
comentarios que rozan la xenofobia y el racismo hasta las peleas mediáticas de
los hermanos Gallagher. Pero ¿qué sucede cuando el elemento principal de una
obra resulta ser un objeto de alteración para la moral? Estamos hablando de Stu
Mead, un artista plástico estadounidense cuya obra tiene una carga digna de
llamarse controversia con todas las letras, y esto es porque, pese a que hay
muchos que la juzgan de pornográfica, poca cosa o simplemente un intento de
llamar la atención, lo que Mead hace es mostrarnos una parte quizá oculta del
mundo, bien dicho, una parte tabú, que no todos quisieran ver.
«Cuando
algo es sexual, pienso que es pornográfico. “Erótico” es una palabra suave, que
la gente suele aceptar. Erótico es una palabra que contiene pornografía
pero que no amenaza a nadie. Con pornografía, representas algo grueso, que se
hace en un momento, sin nada de romance o humor. La pornografía es la palabra
perfecta para definir mi obra.
Lector
de los hermanos Grimm, cuyos cuentos, asegura él mismo, lo han marcado desde la
infancia, Mead intenta buscar el lado oscuro de estas historias defenestradas
por la compañía Disney y ponerles el elemento del cual fueron despojadas,
aunque también es cierto que la carga erótica a veces se impone sobre el horror.
Si la
introducción a esta nota fue casi una advertencia, el lector imaginará que a
este artista no le hacen falta detractores, como ya se ha dicho, puesto que las
representaciones de sus obras abundan en escenas sexuales en las que participan
mujeres y niñas preadolescentes, siempre jugando un rol erótico… pero hay algo
más: la figura del hombre, casi siempre ridiculizada, es otro de los
condimentos típicos en la obra de Mead, como así también el mundo animal, que
en la mayoría de los casos tiene un papel activo en relaciones sexuales con
mujeres. Un defensor a ultranza de la moral, de seguro calificaría a Stu Mead
como enfermo o psicópata, mientras que un libertino celebraría cada uno de sus
trazos. Sin embargo, al traerlo a nuestras páginas, lo que quisimos fue hacer
una propuesta al lector, para que pudiera ver más allá del contenido explícito
y dedicara un momento a la reflexión y la introspección, además de interpretar
los otros elementos en las pinturas, reiteramos, más allá del núcleo, que, como
en muchas otras pinturas y textos, no representa el
cuadro en su plenitud, sino
que funciona como nexo entre todas las partes.





















































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