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Prelux - Adrián Villalobos Lizama

 

U-80 despertó a la vida. Salió de un sueño para meterse a otro. Su primer sueño, ser solo lenguaje. Un ser código. Un bioarchivo.

U-80, una consciencia que tuvo su albor en la biomadre de la autofab.  

Más allá de la levitante camilla en que se hallaba, la observaban, escrutadores, varios ojos. Y además de los ojos escrutadores, unas manos escribían raudas sobre los luminiscentes tableros de las holocomps. 

Alguien se acercó a la camilla levitante, pulsó algunos controles del tablero adjunto. La camilla dio un giro.  U-80 cayó en un agujero hondo. Después vino una succión, luego otra. La cinta transportadora. Los focos resplandecientes de la autofab. 

Después, otro resplandor. Uno enceguecedor. Y aun lacerante. 

Otra succión. La infoinscripción, un mar de códigos agolpándose en la mente de U-80 a través del láser de salida. La puerta de la nave de transporte interinmueble se abrió. El industriotentáculo depositó a U-80 al interior de la nave junto a varios biobots listos para una vida en la Tierra o en alguna de las colonias que la ONU había instalado en el seno del sistema solar.

Asignación de U-80: labor publicitaria en la plataforma satélite de la red neural, la inmensa, la vasta red neural. La malla sensible de los Tecnofundadores, capaz de captar la universalidad de índices biométricos, pulsos emotivos y psicomapas. Capaz de anticipar todas las posibilidades de eventos y la exhaustividad de alcance de cualquier pensamiento o emoción.

U-80, el nuevo biobot de la plataforma satélite de la red neural, llegó a su lugar de trabajo. El anterior modelo, U-60, a su vez, fue trasladado a otra plataforma satélite, en una colonia donde la publicidad de anticipación estaba aún en pañales. 

La plataforma satélite. El conducto neural henchido en información, moviéndose como una medusa impregnada de bioluminiscencia, alimentaba de bioinfo a la red neural, cuyas holomcomps, a su vez, acopiaban los datos en las bioplacas que alimentaban por teleproyección al receptáculo del biobot de turno. U-80 respiró profundamente. Al respirar la bioinfo ingresaba en caudales de luz irisada y rutilante a su metacerebro, el milagro biobot, la magia de la biotecnología y la anticipación precognitiva.  

El metacerebro, un lugar más allá de cualquier sitio tangible, o más bien un sitio vaporoso, un ser código, el hijo pródigo de los Tecnofundadores. 

U-80 envió el análisis de la bioinfo a las autofabs a través de teleproyección. La holocomp nodriza acopió la totalidad del análisis, luego las imágenes, la universalidad de las caracterizaciones biométricas y psicocartografías de exhaustiva guisa. Telepatía universal. Pura luz danzando de un lado a otro. Bioinfo chisporroteando a raudales. 

Publicidad precognitiva. Un mar de producción dirigida por campos informáticos dispuestas a materializarse en una multiplicidad de formas con hechura de metal líquido: el paraíso de los Tecnofundadores. Cada deseo cubierto. Cada parámetro biométrico ajustado. 

Una realidad purificada, una realidad matematizada. ¿Absolutamente? Bueno, al menos, esa era la verdad oficial.


 

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