U-80
despertó a la vida. Salió de un sueño para meterse a otro. Su primer sueño, ser
solo lenguaje. Un ser código. Un bioarchivo.
U-80,
una consciencia que tuvo su albor en la biomadre de la autofab.
Más
allá de la levitante camilla en que se hallaba, la observaban, escrutadores,
varios ojos. Y además de los ojos escrutadores, unas manos escribían raudas
sobre los luminiscentes tableros de las holocomps.
Alguien
se acercó a la camilla levitante, pulsó algunos controles del tablero adjunto.
La camilla dio un giro. U-80 cayó en un
agujero hondo. Después vino una succión, luego otra. La cinta transportadora.
Los focos resplandecientes de la autofab.
Después,
otro resplandor. Uno enceguecedor. Y aun lacerante.
Otra
succión. La infoinscripción, un mar de códigos agolpándose en la mente de U-80
a través del láser de salida. La puerta de la nave de transporte interinmueble
se abrió. El industriotentáculo depositó a U-80 al interior de la nave junto a
varios biobots listos para una vida en la Tierra o en alguna de las colonias
que la ONU había instalado en el seno del sistema solar.
Asignación
de U-80: labor publicitaria en la plataforma satélite de la red neural, la
inmensa, la vasta red neural. La malla sensible de los Tecnofundadores, capaz
de captar la universalidad de índices biométricos, pulsos emotivos y
psicomapas. Capaz de anticipar todas las posibilidades de eventos y la
exhaustividad de alcance de cualquier pensamiento o emoción.
U-80,
el nuevo biobot de la plataforma satélite de la red neural, llegó a su lugar de
trabajo. El anterior modelo, U-60, a su vez, fue trasladado a otra plataforma
satélite, en una colonia donde la publicidad de anticipación estaba aún en
pañales.
La
plataforma satélite. El conducto neural henchido en información, moviéndose
como una medusa impregnada de bioluminiscencia, alimentaba de bioinfo a la red
neural, cuyas holomcomps, a su vez, acopiaban los datos en las bioplacas que
alimentaban por teleproyección al receptáculo del biobot de turno. U-80 respiró
profundamente. Al respirar la bioinfo ingresaba en caudales de luz irisada y
rutilante a su metacerebro, el milagro biobot, la magia de la biotecnología y
la anticipación precognitiva.
El
metacerebro, un lugar más allá de cualquier sitio tangible, o más bien un sitio
vaporoso, un ser código, el hijo pródigo de los Tecnofundadores.
U-80
envió el análisis de la bioinfo a las autofabs a través de teleproyección. La
holocomp nodriza acopió la totalidad del análisis, luego las imágenes, la
universalidad de las caracterizaciones biométricas y psicocartografías de
exhaustiva guisa. Telepatía universal. Pura luz danzando de un lado a otro.
Bioinfo chisporroteando a raudales.
Publicidad
precognitiva. Un mar de producción dirigida por campos informáticos dispuestas
a materializarse en una multiplicidad de formas con hechura de metal líquido:
el paraíso de los Tecnofundadores. Cada deseo cubierto. Cada parámetro
biométrico ajustado.
Una
realidad purificada, una realidad matematizada. ¿Absolutamente? Bueno, al
menos, esa era la verdad oficial.
Comentarios
Publicar un comentario