¡Ten una grata bienvenida al jardín! No tomes estas calurosas palabras tan personal o te incendiarás hasta el alma y no querrás terminar esta grandiosa oportunidad apenas inicie. Preguntarás cuál ―lo sé porque los ojos son los mejores en contestar la verdad; no te sorprendas ―: aquí los sueños son reales y lo más preciado que siempre buscaste, pero no quieres, puede ser finalmente encontrado. ¡Justo para aquellos que luchan aún más allá del final! ¿Qué dices? ¡Todos lo perdemos en algún punto de nuestras vidas y nunca volvemos a saber de él! Antes era inevitable, ahora aprovecharás esta oportunidad para recuperarlo.
Debes
saber que este es el único jardín aquí, si tratas de encontrar otro podrías
perderte y no sé qué pasaría si algo así sucediese ―hubo un caso cuando alguien
cubierto de sangre se perdió en… ¿qué estás haciendo! ¡Deja de pellizcarte!
¿Acaso quieres que el cielo se vuelva rojo, los anillos con ojos sean visibles,
el suelo arda y la hermosa música de trompetas se escuche? No lo recomiendo, lo
anterior son tormentos que te mantienen de pie y no te dejan en paz ―. Pero no
te preocupes, tus probabilidades para encontrar lo más importante en tu vida, y
que olvidas cada vez que puedes, son muy altas porque tienes un cuerpo completo
y… sí, así es, me escuchaste bien. ―No vuelvas a interrumpirme, puede costarte
aquello tan querido que todos callan.
En frente de ti hay árboles, puedes
tocarlos y sentir la maquinaria que les da el sentido de la vida. Aunque
algunos de ellos ya no posean hojas que el viento pueda mecer, sus engranes aún
respiran. Salúdalos como si fueran tus únicos amigos y no olvides despedirte
como si fuera el último de tus días – espera… no lo vuelvas a hacer; te pueden
gritar y dejarte sordo.
Aprovecha tu tiempo aquí y toca el
pasto, siente lo cómodo que es: mucho más suave que las plumas de ángel cuyas
alas abandonaron a su dueño. Una vez que te recuestes, ¡la hierba se volverá
tan ligera que no habrá diferencia si existe o no! Aunque no debes confiarte y
creas estar acostado en el colchón de tus fantasías: si el pasto empieza a
moverse, haz lo mismo y no te detengas porque entrará a tus ojos y succionará
la sangre en ellos hasta dejarlos vacíos. Si sucede, no verás a tus alrededores
y ese sería un error de tres metros de altura subterránea. Antes de que olvide
decirte, algunas plantas absorben la hemoglobina del cerebro usando su cabello
así que no recomiendo que descanses o duermas. ―Es correcto, cubrir tus orejas
no funcionará.
Antes
de quedarte sordo, escucha al viento del norte. ¿Lo oyes?, así es, sabe tu
nombre. No te preguntes cómo, supo todo de ti antes que tú y continuará
haciéndolo. ―Por cierto, le gusta coleccionar nombres cuando ya no le
pertenecen a su dueños... tampoco lo sé, él ya estaba aquí cuando llegué y ya
tenía algunos nombres en su colección ―. ¿Cómo lo puedes evitar? Sabes que es
imposible, como si intentaras alejarte de mí: no lo lograrás por mucho que lo
intentes. A diferencia de mí, al viento puedes evadirlo. Te diré cómo: al
momento que percibas un aroma dulce, como el perfume de la amante más bella,
abandonas tu capacidad de respirar por cinco minutos y listo. Así pasarás
desapercibido. Si no lo logras, tu nombre ya no te pertenecerá y vagarás sin
rumbo. Tranquilo, no ha habido casos de muerte por la pérdida de esa identidad
aunque es difícil vivir con las fosas nasales derretidas. Lo que sí ha pasado y
he visto ―es horrible, no quiero entrar en detalles ―es que el jardín te
desconocerá y no tendrá otra opción más que sellar tu alma en una roca… como
esa que estás viendo ―¡no la toques! Parecerá normal pero la mayoría de ellas
tienen tantas almas encerradas que si tocas una, aunque sea pequeña, te
enfermarás de desprendimiento molecular y no hay cura en este lugar.
¿A dónde vas? ¡Espera! No querrás ir
por ahí todavía. El río por el momento es negro y no podrás pasar, además de
que serás presa fácil para el viento. Tienes que esperar a que te diga lo que
hay allá o te robarán algo más que tu nombre.
Hablando de ataques cardíacos
―¡Claro que ese es el tema de conversación! ¿Crees tener un corazón sano o te
preocupa el viento? Sólo no muevas la cabeza y estarás bien ―, quédate por un
tiempo bajo la luz del sol para calentarte y acumular energías para el viaje que
te espera. Siente cómo los rayos entran a tu cuerpo para así parecer un
Iluminado a punto de ascender y por esa razón recuerda que no debes extender tu
tiempo. ¿Qué sucede? En realidad no mucho, sólo unas deformidades; aunque puede
ser mentira. ―Quien vivía aquí estaba contento con saber que iba a morir, pero
cayó en desesperación al no tener idea de quién o qué acabaría con su vida y
cómo. Lo último que supe de él es que se convirtió en inmortal con un dolor sin
alivio en sus oídos ―. Lo creas o no, las deformidades son, en verdad, un
disparate: un brazo saldrá de tu frente e intentará estrangularte o una espina
dorsal saldrá de tu oído causando desangramiento ―¿recuerdas quién se
alimentaba de la sangre además del pasto?, ¿…no te lo he dicho? Lo hice si has
estado escuchando y sin interrumpirme.
¡Debes tener hambre! ―¿Tú qué?
¡Claro que no! Todos sienten hambre incluso aquí ―¿Ves los arbustos en medio de
aquellos árboles? Sí, aquellos que aún no has saludado, recuerda decirles
“hola” y nuevamente a aquellos que saludaste primero ―de lo contrario te
gritarán ―. Mueve la capa de nieve que cubre a los arbustos y en su interior
hay frutas cuyo jugo brota como un manantial recién excavado. Nada comparado
con aquellas que comías antes de llegar aquí. Puedes comer las que quieras,
pero sólo deben ser las rojas. Si comes las que son verdes por dentro te
causará comezón en el páncreas que no desaparecerá, si son azules en su
interior y verde por fuera la mañana siguiente no te dará la bienvenida, las
azules por fuera te quemarán la lengua y las que son rojas por dentro no debes
ni tocarlas a menos que estés sordo o te quemará toda la piel.
Bien, es hora de presentarte los
caminos para encontrar lo que siempre fantaseas pero no admites hacerlo. En
frente de ti está la montaña de arena, atrás de ti la playa, a la izquierda la
luna y a la derecha el bosque. Sugiero que decidas a dónde ir antes de que el
tiempo se acabe: los animales son muy violentos en el jardín y ya saben salir
de sus madrigueras. Si los ves, no corras, sólo finge mirar un reloj de mano y
les harás creer que aún existe el tiempo. Confía en mí.
El bosque puede ser un buen lugar
para comenzar la búsqueda para encontrar precisamente lo que no podrías
necesitar estando acompañado. Sigue por el camino de piedra roja para llegar al
Santuario Interno ―no creo que ese sea su nombre correcto, pero llamémosle así
para que te deje entrar. Recuérdalo bien porque si te equivocas, le crecerán
dientes y querrá comer lo primero que encuentre ―. Ten cuidado con las rocas
pintadas; hay quienes no hicieron caso del pasto en movimiento y las plantas
congelan la sangre después de absorberla. No saludes a los árboles, si te
distraes y pisas la piedra incorrecta, caminarás por un túnel hecho al
principio con las copas de los árboles, en un parpadeo será de obsidiana y
justo en ese instante habrás atravesado al Pozo.
Para
salir, busca a la rata sonriente ―se comió un gato que fue condenado a sonreír
para siempre― y síguela. “Mira” el reloj cada vez que se detenga y no lo hagas
cuando te sonría. Si fallas se reirá y desaparecerá. En su lugar aparecerán
varias estatuas atrás y enfrente de ti. Tendrán la imagen de un hombre, una
mujer o peor. Una vez que te rodean para dejarte sin escapatoria, las estatuas
abrirán los ojos y poco a poco se acercarán a ti. Se detendrán una vez que la
carne, sangre y hueso se confundan con la obsidiana. Mientras se mueven verás
una sonrisa que paulatinamente desfigurarán sus rostros; aunque no hay
evidencia de que todo esto sea verdad o haya ocurrido antes.
La montaña es más segura, en la cima
estará tu premio que no querías reclamar cuando tuviste la oportunidad. Para
distinguir a la que tienes que ir y no confundirla con otra, busca la
siguiente: parece estar encerrada en un reloj de arena cuyo material de medida
olvidó cuál era su verdadero trabajo ―creo que no sabes de cuál hablo: busca
aquella donde la tierra sube al cielo, llueve mármol negro y brea caliente ―.
Al escalar, no toques la brea ni las flores marinas porque la arena puede entrar
a tus ojos provocando una señal de fuego que empieza en las córneas y el viento
te empujará para inevitablemente caer al Barranco.
Aún puedes salvarte después del acto
eólico vengativo ―así se comporta cuando no puede robar los nombres ―, no
muevas tanto los brazos y concéntrate en sujetarte a la montaña y volver a
escalar. Modera tu respiración porque el aire se hará pesado como el agua, los
pulmones se llenarán, crecerán árboles gritones dentro de ellos cuyas copas se
alimentan de sangre y al final saldrán de ti para que sus frutos sean lo último
que pasará por tu cabeza. ¿Ves los esqueletos con árboles secos en sus pechos?
Serán tu nueva familia ―ignora los deformes, ellos están ahí por comer una
fruta blanca ―, aunque será una lástima que no puedas hablar con ellos al
principio: los esqueletos son los que más mentiras dicen aquí.
Tu primera visita debe ser la playa.
Sabrás que llegaste porque percibirás el aroma de… ¿sal? ―¿En qué lugar huelen
así las playas? Tal vez en uno peor que éste ―. Sugiero que te enfoques en tu
olfato, debe oler dulce, como el néctar de las frutas con protuberancias
amarillas recién cortadas… sí, esas que no debes comer; me hiciste repetir esa
advertencia dos veces más, no la repetiré. He sido muy tolerante contigo y
sigues interrumpiéndome.
Acércate y mira hacia donde el
horizonte levanta una cortina de cenizas, ¿ves aquellas palmeras?, se cubren de
las pieles de aquellos que fracasaron cruzar el mar hecho flor ―¿recuerdas el
río rojo? Aquí desemboca ―. Debe ser frustrante perderte en el camino hacia la
eliminación de todas tus preocupaciones, por esa razón se escuchan muchos
lamentos en la noche; las risas aún no tienen explicación. Ignora lo que acabo
de decir ―no quiero asustarte, aunque es divertido hacerlo; cada gesto que
haces es más gracioso que el anterior ―, al llegar verás una espada en la cima
de la palmera más alta, trépala con cuidado o te morderá las orejas. La espada
te dirá el camino correcto para cruzar el mar sin necesidad de un bote. Al
final llegarás a una isla donde podrás tener el regalo que nunca recibiste.
Debes andar con cuidado y seguir las
instrucciones de la espada con exactitud ―le gustan los números decimales y
creó un sistema métrico que yo no entiendo ―, porque la arena cambia a cenizas
aún calientes y podrías derramar sangre si te equivocas. Si la cantidad es
abundante, las palmeras se asustarán y llorarán como un niño que ha roto su
único juguete en toda su vida porque sabe que nunca volverá a tener uno, por lo
que será necesario ir a consolarlas ―¡y no las saludes! ―. El único modo para
llegar a ellas es usar el trayecto que la espada te había dicho con
anterioridad pero a la inversa: ni un milímetro más ni menos. Si tardas mucho
tu cerebro será el de una serpiente y como tal querrás ser una. Si prestas
atención alrededor de las palmeras: verás brazos y piernas de aquellos que se
transformaron. Usaron la espada y sus dientes para lograr la metamorfosis.
¿Alguna vez viste una serpiente con extremidades humanas? Espero que no, tal
vez por eso deciden quitárselas. Lo que sucede después no lo tengo muy claro:
ya una vez eliminando lo que te estorbaba para ser una serpiente, te dirigirás
al mar y caerás al Abismo donde las flores con espinas te mantendrán consciente
para ser un eterno proveedor de sangre que el jardín necesita.
El último camino es hacia el oriente
donde se encuentra la luna. Sabrás que estás en la dirección correcta porque en
un parpadeo será de noche. Hablando de cerrar los ojos, no tendrás que perder
de vista a la luna para que cambie de posición y de forma. Espera al ciclo
donde sonríe, sólo así es más fácil preguntar por la ubicación de lo que era
necesario anhelar y no quisiste cerca. Cuando ella deje de tambalearse ese es
el momento justo para preguntarle y después seguirla. Si procuras estar cerca
de ella, la lluvia caliente que nace de la tierra y sube al cielo interpretará
la música que invoca la tormenta ―no te asustes, son señales de que estás en el
lugar correcto ―. Esta traerá y alineará perfectamente lápidas sin nombres porque
la piedra olvidó su capacidad de recordar lo escrito.
Cuando
menos lo esperes, escucharás el río gris que deberás cruzar con precaución
porque la corriente está invertida: como un recién nacido regresando al vientre
materno ―¿dices que el río es de color negro?, ¿de dónde sacaste esa idea?,
¿…yo lo dije? ¡Claro que no! Desapareceríamos si eso es verdad. ¿... También lo
dije? Es ridículo que un río sea rojo. Creo que estás escuchando otras
palabras, deja de hacerlo y presta atención ―. Al otro lado del río las lápidas
seguirán cayendo y en ocasiones traerá cadáveres de aquellos que fracasaron
aquí. Al no ser enterrados como ellos esperaban, algunos te hablarán y te dirán
muchas cosas sobre ti. Reconocerás voces familiares, escucharás aquellas que
nunca se almacenaron en tus recuerdos y dudarás si algunas pertenecen a una
persona. Si un cadáver cae en frente tuyo y te cuestiona cualquier cosa,
contesta sí en caso de que la respuesta involucre un número y no en caso de que
se necesiten más de setenta letras para responder. Si contestas mal cualquiera
de ellas caerás al Vacío, donde tu alma será extraída de tu cuerpo porque ahí
dejará de ser tu propiedad. El Ojo que está dentro convertirá tu cuerpo en
barro para la construcción de otro jardín. En cuanto a tu alma, vagará sin
rumbo sufriendo una y otra vez la separación del cuerpo, encontrando finalmente
la paz hasta que alcance el fin del Vacío. O eso creo.
Y
estas fueron las diferentes oportunidades para elegir tu camino hacia aquello
que mereces tener y te es negado. ¡Disfruta tu estancia y gracias por elegir al
jardín!
Este
mensaje se repetirá hasta que su capacidad de escuchar sea nula.
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