Cuando escribas
en
la blanca virginidad del papel
la
palabra arroz
–ese
granulado acto de mímesis-
debes
usar una caligrafía
de
llamas bajitas y apoyarla
en
la vena de agua que circula en la hoja
Contemplar
entonces el movimiento
de
su mínima corola de lirio
Pasar
distraídamente la página y descubrir
que
ha sido suficiente ese segundo
balanceado
de derecha a izquierda
para
que la palabra arroz
se
adhiera al fondo del papel
y
empiece a quemarse
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